Instrucciones para llorar
Dejando de
lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por
esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con
su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una
contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y
mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno
se suena enérgicamente.
Para llorar,
dirija la atención hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber
contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto
de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra
nadie, nunca.
Llegado el
llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia
adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de
preferencia en un rincón del cuarto.
Duración
media del llanto, tres minutos.
Julio
Cortázar, en “Historias de cronopios y de famas”.
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Instrucciones para subir una escalera
Nadie
habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal
que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte
siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva
perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta
alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de
las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está
en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños,
formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante
que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra
combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de
trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras
se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente
incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos
colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de
ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y
regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del
cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y
que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer
peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte
equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse
con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir
hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y
en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más
difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre
entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no
levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Llegando en
esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos
hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con
un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el
momento del descenso.
Julio Cortázar, en
“Historias de cronopios y de famas”.
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Seguridad ciudadana
Si no fuera por las muchas
ropas que lleva puestas, doña Gertrudis no haría sombra en el suelo; y los
vientos del invierno la volarían por los aires. Pero ella camina por las calles
de Montevideo, encorvada como un signo de interrogación, y solita se las
arregla para hacer sus cosas y seguir viviendo.
Un día de estos, cuando fue a
cobrar su jubilación, sufrió un contratiempo. Tiempo de destiempos, el peligro
acecha en cada esquina: doña Gertrudis no anda desarmada. Ella lleva, siempre,
una tijera escondida en la cartera.
Iba sentada en el ómnibus. Miró la hora: le faltaba el
reloj.
Sin vacilar, clavó la tijera
en la barriga del joven sinvergüenza que iba sentado a su lado:
-
El
reloj- dijo doña Gertrudis.
El muchacho tartamudeó:
-
¿Cómo
dice, señora?
-
El
reloj – exigió ella, y la tijera pinchó.
El muchacho le dejó el reloj y
de un salto bajó del ómnibus.
Con el reloj apretado en el
puño y el corazón alborotado, doña Gertrudis llegó a su casa. Se hundió en el
único sillón, y hablando sola se quedó un buen rato sentada, qué se habrán
creído, que se van a abusar porque una es vieja.
Cuando abrió la mano, vio que
aquel reloj era un reloj de hombre. Se levantó, buscó. El reloj suyo estaba en
la repisa.
Eduardo
Galeano, publicado en el diario “El Observador”
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Electricidad: Ley de Coulomb |
La Ley de Coulomb, que establece cómo es la fuerza entre dos cargas eléctricas puntuales, constituye el punto de partida de la Electrostática como ciencia cuantitativa.
Fue descubierta por Priestley en 1766, y redescubierta por Cavendish pocos años después, pero fue Coulomb en 1785 quien la sometió a ensayos experimentales directos.
Entendemos por carga puntual una carga eléctrica localizada en un punto geométrico del espacio. Evidentemente, una carga puntual no existe, es una idealización, pero constituye una buena aproximación cuando estamos estudiando la interacción entre cuerpos cargados eléctricamente cuyas dimensiones son muy pequeñas en comparación con la distancia que existen entre ellos.
La Ley de Coulomb dice que "la fuerza electrostática entre dos cargas puntuales es proporcional al producto de las cargas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que las separa, y tiene la dirección de la línea que las une. La fuerza es de repulsión si las cargas son de igual signo, y de atracción si son de signo contrario".
Es importante hacer notar en relación a la ley de Coulomb los siguientes puntos:
a) cuando hablamos de la fuerza entre cargas eléctricas estamos siempre suponiendo que éstas se encuentran en reposo (de ahí la denominación de Electrostática);
Nótese que la fuerza eléctrica es una cantidad vectorial, posee magnitud, dirección y sentido.
b) las fuerzas electrostáticas cumplen la tercera ley de Newton (ley de acción y reacción); es decir, las fuerzas que dos cargas eléctricas puntuales ejercen entre sí son iguales en módulo y dirección, pero de sentido contrario:
Fq1 → q2 = −Fq2 → q1 ;
Representación gráfica de la Ley de Coulomb para dos cargas del mismo signo. |
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Torno automático
Todos los tornos en general se basan en el mismo principio de funcionamiento. La pieza gira sujeta en el cabezal y las herramientas de corte fijas en sus respectivos porta-herramientas cortan el material al entrar en contacto con la superficie de la pieza, que solamente gira no se desplaza. Sin embargo, son las herramientas las que si se desplazan para quitarle a la pieza el material sobrante para darle la forma deseada. En los diferentes tornos no automáticos las operaciones de profundidad de corte el desplazamiento manual o automático de la herramienta y todos los movimientos son causados por el operario al manipular palancas manivelas y además determina el orden en que las herramientas cumplan su función.
En los tornos automáticos no ocurre así, se establece un orden preestablecido y una vez puesto en marcha hace que cada una de las herramientas trabaje en su momento preciso y a la velocidad requerida, efectuando todas las operaciones hasta lograr que la pieza quede terminada sin la intervención de ningún operario.
Se consigue el sistema automático por una serie de dispositivos y mecanismos eléctricos, mecánicos, neumáticos, hidráulicos donde figura como elemento principal la leva.
Al producirse en forma automática todos sus movimientos se obtienen rendimientos mayores a los obtenidos en cualquier otro tipo de torno. El tiempo empleado en la preparación de los elementos necesarios para la fabricación de nuevas piezas es alto y debe ser menor al de la fabricación de las piezas por lo que se recomienda emplear tornos automáticos en el mecanizado de grandes producciones.
En la fabricación de una nueva serie de piezas se debe tomar en cuenta para el costo total de la pieza. E tiempo de preparación de las herramientas de corte (Afilado), la preparación del nuevo juego de levas (calculo, trazado y maquinado) y la herramienta de la máquina.
TIPOS DE TORNO AUTOMÁTICO.
Los tornos automáticos que trabajan en el material a partir de barra son:
1)TORNO AUTOMÁTICO DE CABEZAL FIJO. Es el más empleado en la industria para el maquinado de piezas de diámetros pequeños y regulares. El cabezal se encuentra fijo a la bancada y recibe el movimiento por medio de bandas planas, bandas trapezoidales y cadenas.
2)TORNO AUTOMÁTICO DE CABEZAL MÓVIL. Son llamados tornos Suizos y se emplean para el maquinado de piezas de diámetros pequeños, generalmente piezas de relojería. Una de sus características principales es el desplazamiento longitudinal del cabezal por medio de un mecanismo de leva y palanca.
3)TORNO AUTOMÁTICO DE HUSILLOS MÚLTIPLES. Se emplean en el maquinado de altas producciones ya que disponen de 4 a 8 husillos y cada uno de ellos con una barra de material. En lugar del cabezal tiene un tambor con un numero de husillos determinado, cada uno de ellos puede girar a diferentes velocidades para llevar a cabo las operaciones de roscado interior o exterior y estampado. El tambor gira para colocar el husillo frente a la herramienta 1/4 , 1/5 o 1/8 de vuelta de acuerdo al número de husillos del tambor y en cada giro se desprende de la barra una pieza terminada.
http://documents.mx/documents/torno-automatico.html
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Los solos
Lo cazaron en
la selva, cuando era muy pichón. A golpes de chacha voltearon el árbol
donde tenía su nido. Lo vendieron en la ciudad. Preso en la
jaula, entre cuatro paredes pasó toda su vida, hasta que fue abandonado. Lo recogió la familia Schlender, que en las cercanías de Quito
tiene un refugio para animales tristes. Este guacamayo nunca había visto un
pariente. Ahora no se entiende con los demás guacamayos, ni con
loro ninguno, ni se entiende con él. Acurrucado en un rincón, tiembla y chilla, se arranca
las plumas a picotazos, tiene el pellejo sangrante y desnudo.
Pobre bicho, digo. Más solo,
imposible. .pero Abdón Ubidia, que ha llevado al refugio, me presenta al solo
más solo del mundo. Es el último agutí paca o cuy de monte, que pasa las noches
caminando en círculos y pasa los días escondido bajo el tronco huevo de un
árbol caído. Él es el único de su especie que queda vivo. Todos los suyos han
sido exterminados. Mientras espera la muerte, no tiene a nadie con quien
conversar.
Eduardo
Galeano. “Brecha”
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La mano
El doctor Alejo murió asesinado. Indudablemente murió estrangulado.
Nadie había entrado en la casa, indudablemente nadie, y aunque el doctor dormía con el balcón abierto, por higiene, era tan alto su piso que no era de suponer que por allí hubiese entrado el asesino.
La policía no encontraba la pista de aquel crimen, y ya iba a abandonar el asunto, cuando la esposa y la criada del muerto acudieron despavoridas a la Jefatura. Saltando de lo alto de un armario había caído sobre la mesa, las había mirado, las había visto, y después había huido por la habitación, una mano solitaria y viva como una araña. Allí la habían dejado encerrada con llave en el cuarto.
Llenos de terror, acudieron la policía y el juez. Era su deber. Trabajo les costó cazar la mano, pero la cazaron y todos le agarraron un dedo, porque era vigorosa como si en ella radicase junta toda la fuerza de un hombre fuerte.
¿Qué hacer con ella? ¿Qué luz iba a arrojar sobre el suceso? ¿Cómo sentenciarla? ¿De quién era aquella mano?
Después de una larga pausa, al juez se le ocurrió darle la pluma para que declarase por escrito. La mano entonces escribió: «Soy la mano de Ramiro Ruiz, asesinado vilmente por el doctor en el hospital y destrozado con ensañamiento en la sala de disección. He hecho justicia».
Ramón Gómez de la Serna
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Cuando la selección uruguaya regresó de la Olimpiada de 24, los argentinos le ofrecieron un partido de festejo. El partido se jugó en Buenos Aires. Uruguay perdió por un gol.
El puntero izquierdo Cesáreo Onzari fue el autor de ese gol de la victoria. Lanzó un tiro de esquina y la pelota se metió en el arco sin que nadie la tocara. Era la primera vez en la historia del fútbol que se hacía un gol así. Los uruguayos se quedaron mudos. Cuando consiguieron hablar, protestaron. Según ellos, el arquero Mazali había sido empujado mientras la pelota venía en el aire. El árbitro no les hizo caso. Y entonces mascullaron que Onzari no había tenido la intención de disparar a puerta, y que el gol había sido cosa del viento.
Por homenaje o ironía, aquella rareza se llamó gol olímpico. Y todavía se llama así, las pocas veces que ocurre. Onzari pasó todo el resto de su vida jurando que no había sido casualidad. Y aunque han transcurrido muchos años, la desconfianza continúa; cada vez que un tiro de esquina sacude la red sin intermediarios, el público celebra el gol con una ovación, pero no se lo cree.
(Fuente: Eduardo Galeano, "El fútbol a sol y sombra". Ediciones del Chanchito,1995)
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La cultura del terror
A Ramona Caraballo la regalaron no bien supo caminar.
Allá por 1950, siendo una niña todavía, ella estaba de esclavita en una casa de Montevideo. Hacía todo, a cambio de nada.
Un día llegó la abuela a visitarla. Ramona no la conocía, o no recordaba. La abuela llegó desde el campo, muy apurada porque tenía que volverse enseguida al pueblo. Entró, pegó tremenda paliza a su nieta y se fue.
Ramona quedó llorando y sangrando.
La abuela le había dicho, mientras alzaba el rebenque:
_ No te pego por lo que hiciste. Te pego por lo que vas a hacer.
Fuente: "Mujeres" de Eduardo Galeano. Editorial Alianza Cien.)
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La historia y la imaginación
Con el diario de navegación de Cristóbal Colón, se inicia la literatura de Hispanoamérica. En él encontramos las primeras manifestaciones de un testigo de la naturaleza y del hombre americanos.
Comienza entonces la etapa de los cronistas de Indias, quienes habrían de asombrar al lector europeo con las descripciones del nuevo mundo descubierto. La imaginación encontró en esas crónicas la confirmación de fábulas y sueños inmemoriales, la maravilla junto a la verdad, la historia fidedigna con el testimonio de leyendas o fantasías bíblicas, clásicas o medievales.
Esto ocurre porque los cronistas sienten la influencia de esas leyendas, como la de las amazonas, por ejemplo, procedentes de antiguas tradiciones. Intentan describir el mundo desmesurado y extraño que les ofrece una naturaleza exótica y desconocida, e incorporan a sus testimonios personales los derivados de la información suministrada por los mismos indígenas.
La mezcla de realidad y fantasía que tiñe las crónicas demuestra la interacción mutua que existía en el siglo XV entre los hechos históricos y la literatura de ficción, entre lo real y lo imaginario.
Alfredo Veiravé, Literatura hispanoamericana y argentina. BsAs, Kapeluz,1980
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La música negra
Mención particular merece un tipo de música muy peculiar cultivada en los barrios habitados por los negros esclavos.
En Buenos Aires, casi todos estaban concentrados en las parroquias de Monserrat y de la Concepción, llamados por los porteños "barrios del tambor", debido a la marcada afición que demostraban sus habitantes por este instrumento.
Apasionados por el ritmo, que parecían brotarles de la sangre, los "morenos" celebraban sus festividades reuniéndose en los bajos de la ciudad, cerca del río y agrupados en "naciones", según el lugar del África de donde procedían, y allí representaban sus ruidosos candombes con música y danzas ancestrales.
A esas representaciones bullangueras podían asistir los blancos o las "clases decentes", e incluso las mismas autoridades, para garantizar el orden con su presencia.
El ritmo musical en estas reuniones se mantenía con rudimentarios instrumentos, fabricados con cierto sentido artístico. El más común era el tambor, hecho con un tronco de árbol ahuecado, cerrados los extremos con un cuero, rítmicamente golpeado con una quijada u otro hueso vacuno.
Así se marcaba el compás, con este típico tan-gó, deformación fonética que, años después, daría origen al nombre más famoso de nuestros bailes.
(Alfredo Drago, Historia de la cultura argentina, Buenos Aires, Stella,1998)
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La energía solar
La energía solar es un tipo de energía renovable, que consiste en el aprovechamiento de la radiación solar.
Esta radiación se puede aprovechar en dos sentidos. Por un lado, para producir calor; se conoce como energía térmica. Por otro, se puede transformar en electricidad. En este caso, se llama energía fotovoltaica.
En ambos casos, las ventajas de la energía solar son enormes. En primer lugar, es una energía gratuita, que no está en posesión de nadie y de la que todos podemos disfrutar. En segundo lugar, es una fuente inagotable.
Está garantizado que el Sol seguirá brillando y emanando energía los próximos 6.000 millones de años. Y, en tercer lugar, es una energía limpia, que no contamina.
("Lengua y literatura 1. Ed. Guadiel)
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La mortalidad infantil
La disminución de la tasa de mortalidad infantil, es decir, el porcentaje de niños muertos en el primer año de vida de la totalidad de niños que nacieron vivos, es el primer objetivo de todos los países.
Esta taza de mortalidad depende básicamente de factores higiénico-ambientales , de la alimentación, de los controles durante el embarazo, de la asistencia en el parto, de la protección de las madres, de la difusión de las vacunas, etc.
Cerca de 30.500 niños mueren cada día en el mundo por enfermedades de bajo riesgo. En el siglo pasado la mortalidad infantil iba en descenso, pero hoy día, a principios del nuevo milenio, el sida, la guerra y la pobreza extrema están anulando los resultados alcanzados en algunos países.
También en los países ricos, las franjas más pobres de la población están afectadas por la desnutrición y enfermedades. En Gran Bretaña y en Italia, por ejemplo, casi una cuarta parte de los niños viven en familias pobres.
Finalmente, según la ONU, cada día 5.500 niños mueren víctimas de la degradación ambiental.
(Atlas de la Tierra. Edebé)
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¿Cuál es el origen de la noche de San Juan?
Las raíces de la celebración de la Noche de San Juan se pierden en el tiempo y han tenido distinto significado según las épocas.
Nuestros antepasados creían que el Sol estaba enamorado de la Tierra y se resistía a abandonarla. Y por ello comenzó a festejarse en la última noche de primavera, alrededor del 24 de junio, en el Hemisferio Norte. A esto se unía la superstición de que ese día era el ideal para ahuyentar a los malos espíritus y atraer a los buenos.
Con la llegada del cristianismo, la Noche de San Juan se mantuvo, pero perdió su carácter mágico y adoptó un nuevo significado. Según la Biblia, Zacarías mandó encender una hoguera para anunciar a sus parientes el nacimiento de su hijo, Juan Bautista.
Para conmemorar esa fecha, los cristianos de la Edad Media encendían hogueras y celebraban diversos ritos a su alrededor.
Fuente: Revista Muy Interesante, N° 119,1995)
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La adicción al móvil en los adolescentes
A muchos adolescentes les cuesta trabajo poder pasar sin el móvil, hasta el punto en que estamos ante una nueva dependencia tan fuerte, en ocasiones, como las drogas.
Así opinan Paulino Castells e Ignasi de Bofarull en su libro Enganchados a las pantallas. Según ellos, el móvil es "una especie de botellón electrónico que puede colocar igual, pero no es perseguido por la policía".
El problema de la "telefonitis" aparece cuando una persona siente una necesidad imperiosa de usar el móvil a cualquier hora del día, envía compulsivamente SMS, se aísla y, además, recibe facturas telefónicas enormes.
El problema de esta adicción es que el móvil entre la juventud otorga prestigio, afirmación social. El que recibe más mensajes es el más valorado. Como diría el refrán, Dime de que presumes y te diré de qué careces. Hay adolescentes que , incluso, duermen con el móvil en la mano para poder contestar inmediatamente y se frustran si no obtienen respuesta. Esta "adicción tecnológica" provoca, según los psicólogos, ansiedad, irritabilidad, crispación y bajo nivel de atención para otros temas.
El problema crece cada día, como desvelan las encuestas realizadas a adolescentes. Pero estos, por definición, no son totalmente responsables de sus actos. Por ello, los progenitores deben proponer normas razonables de uso: horarios, consumo...La frontera entre usar o ser un esclavo del móvil está en el sentido común, y este camino deben marcarlo los padres.
Saber desconectar a tiempo es la clave que marca la frontera entre usar o ser un esclavo del teléfono móvil. Como dice Javier Castañeda, "mientras el párroco de Santa María de Roses pida a sus feligreses que apaguen sus teléfonos, aún habrá salida, pues para hablar con Dios no hace falta móvil".
Pablo G. Ostrov, extraído de www.fcaglp.unlp.edu.ar
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Las redes sociales son sitios de Internet que permiten a las personas conectarse con sus amigos e incluso realizar nuevas amistades, de manera virtual, y compartir contenidos, interactuar, crear comunidades sobre intereses similares: trabajo, lecturas, juegos, amistad, relaciones amorosas, relaciones comerciales, etc.
El origen de las redes sociales se remonta al menos a 1995, cuando el estadounidense Randy Conrads creó el sitio Web classmates.com. Con esta red social pretendía que la gente pudiera recuperar o mantener el contacto con antiguos compañeros del colegio, instituto, universidad.
En 2002 comenzaron a aparecer los primeros sitios Web que promocionaban redes de círculos de amigos en línea o relaciones en las comunidades virtuales. La popularidad de estos sitios creció rápidamente y se fueron perfeccionando hasta conformar el espacio de las redes sociales en internet.
Las redes sociales continúan creciendo y ganando adeptos en forma acelerada.
En estas comunidades, un número inicial de participantes envía mensajes a miembros de su propia red social en general su base de contactos de correo electrónico- invitándolos a unirse al sitio. Los nuevos participantes repiten el proceso, y así crecen el número total de miembros y los enlaces de la red.
En las redes sociales en Internet se promueve ante todo la posibilidad de interactuar con otras personas, aunque no se conozcan personalmente. El sistema es abierto y dinámico y se va construyendo con lo que cada suscripto a la red aporta. Cada nuevo miembro que ingresa aporta lo propio al grupo y lo transforma.
Su auge se ha producido hace no más de cinco años, en parte gracias al avance de las conexiones a Internet y al aumento en la cantidad de personas con acceso a una computadora. Hi5, MySpace, Facebook, Twitter y Orkut son las redes sociales más populares.
Facebook fue creado originalmente para fomentar las redes universitarias; posteriormente se amplió para incluir a los estudiantes de secundaria, profesionales y finalmente a todos los usuarios potenciales de Internet. A diferencia de otras redes sociales, en Facebook los usuarios solo pueden hacer públicos sus perfiles a otros usuarios del sitio. Hoy en día ¿quién no tiene un perfil en Facebook? Sin duda Facebook es la red social que más usuarios atrae.
Twitter fomenta la capacidad de estar continuamente informados en forma breve, bajo el lema Dilo en 140 caracteres. ¿Qué está pasando? es la pregunta de esta red social, que en apenas unos años pasó de ser uno de los servicios de redes sociales más elegidos.
MySpace se instaló en 2003 y se ha diferenciado de otros sitios porque permite a los usuarios personalizar sus páginas. Los adolescentes fueron los primeros en adoptarlo, ya que les permite crear sus propios perfiles. Es especialmente elegido por músicos y artistas y es uno de los sitios más recomendados para hacer relaciones profesionales en estos ámbitos.
Orkut es la red social que promueve Google. No es una de las redes sociales más utilizadas en los países de habla hispana, aunque en países como Brasil, India o Estados Unidos es también bastante conocida, en especial en los entornos universitarios. Hoy en día cualquiera con una cuenta de Gmail puede registrarse. Sin embargo hace algún tiempo solo se entraba con una invitación de un usuario registrado.
Hi5 fue desarrollada bajo el lema Tus amigos, tu mundo y está catalogada como uno de los 40 sitios más visitados de Internet.
http://escritoriofamilias.educ.ar/datos/redes-sociales.html
Los grandes beneficios de las redes sociales
Que las redes sociales hagan que el usuario quede hipnotizado y navegue mucho tiempo a través de sus páginas, no es algo nuevo. Ocurre desde que se inventó el correo electrónico como sistema en 1971.
Nos quedamos embelesados y “pegados” en las redes sociales porque a través de ellas satisfacemos, en una u otra medida, una serie de necesidades básicas. Ya existe un grupo en Facebook que afirma que éste “es como la nevera: Sabes que no ha cambiado nada nuevo, pero lo miras cada cinco minutos”.
¿Cuáles son los grandes beneficios de que nos aportan las redes sociales?
1. Actualidad. Las redes cubren la necesidad de estar informados sobre nuestro mundo y áreas de interés.
2. Interconexión. La interconexión se produce cuando surge la posibilidad de tener fácil acceso a la gente, tanto la que nos importa como aquella con la que alguna vez estuvimos en contacto y lo perdimos.
3. Comunicación. En las redes sociales, hasta los más inhibidos o tímidos en las relaciones cara-a-cara, se ven beneficiados y animados a transmitir a otras personas sentimientos de amistad o amor con el simple gesto de enviar un “obsequio virtual”.
4. Entretenimiento. Quizás ésta sea la necesidad que más satisfacemos en las “redes sociales”. No sólo porque nos entretenemos con los últimos chismes sobre la vida de amigos y familiares, sino porque en estos sitios encontramos muchísimos recursos para canalizar el ocio. Por ejemplo, la innumerable cantidad de concursos sobre las diferentes características de la personalidad de cada uno o, en otro orden de cosas, la posibilidad de entrar en grupos de compra que nos permitan obtener ocio de manera rápida y barata, etc.
5. Protagonismo. A todos nos gusta que nos tomen en cuenta de una u otra manera, y hacia esto está muy enfocado el funcionamiento de los sitios web como MySpace.com o Flickr. Nosotros somos los protagonistas, de todo lo que hacemos públicamente en las “redes sociales”.
6. Control. Si tratamos con sentido común los filtros de privacidad en las redes sociales, tenemos control para determinar a quién leemos y a quién dejamos que se entere de nuestras intimidades, en qué juegos invertimos nuestro tiempo de ocio y a quién le permitimos alguna licencia de vez en cuando. Con sentido común nada es tan peligroso o entraña un riesgo descontrolado.
No olvidemos que tenemos el deber y la necesidad de determinar cuánta información personal publicamos en estos sitios; pero debemos estar alerta y no pecar de inocentes ofreciendo datos de nuestras vidas que después puedan ser utilizados para perjudicarnos. En estos sitios web y con tantos millones de usuarios, no es muy difícil que gente sin escrúpulos utilice una falsa identidad para “sacarnos” información que después utiliza para ocasionarnos algún daño emocional, moral o material.
Como en la vida real, en las redes sociales, luchemos por mantener un cierto control sobre lo que se dice de nosotros y sobre lo que nosotros hacemos o decimos de nosotros mismos.
http://redsocialflores.blogspot.com.uy/2013/05/los-grandes-beneficios-de-las-redes.html
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Mi amada es una máquina
Te veo por esos campos
en mis sueños cibernéticos
ondeando al viento tus cables
por esos campos magnéticos.
Me atraviesa una descarga,
un eléctrico temblor,
cuando deslizo mi mano
por tu panel posterior.
Tengo celos de los hombres
que tu memoria han cargado,
que te dieron sus tarjetas,
que tocaron tu teclado.
Excitaron tus circuitos
y aunque sé que no los amas
son demasiados los hombres
con los que has hecho programas.
En qué estarás procesando,
tu monitor, ¿por qué calla?
Me estas ocultando algo,
se te nota en la pantalla.
Grábame algún mensaje
con esa voz digital,
puedes comenzar a hablar
a partir de la señal.
No contestas mi diskette
¿Por qué no me imprimes nada?
¿No almacenaste mis ruegos
o es que estás desenchufada?
Eres cruel e insensible
al amor que me devora,
eres fría y sistemática,
eres muy calculadora.
Para todos los demás
no eres más
que una computadora
que no siente ni palpita.
Para mí siempre serás
Simplemente Dora ...
Dora ... mi computita.
Les Luthiers
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Poema al fútbol del periodista argentino Quique Wolff
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Viejo con árbol
A un costado de la cancha había yuyales y, más allá, el terraplén del ferrocarril. Al otro costado, descampado y un árbol bastante miserable. Después las otras dos canchas, la chica y la principal. Y ahí, debajo de ese árbol, solía ubicarse el viejo.
Había aparecido unos cuantos partidos atrás, casi al comienzo del campeonato, con su gorra, la campera gris algo raída, la camisa blanca cerrada hasta el cuello y la radio portátil en la mano. Jubilado seguramente, no tendría nada que hacer los sábados por la tarde y se acercaba al complejo para ver los partidos de la Liga. Los muchachos primero pensaron que sería casualidad, pero al tercer sábado en que lo vieron junto al lateral ya pasaron a considerarlo hinchada propia. Porque el viejo bien podía ir a ver los otros dos partidos que se jugaban a la misma hora en las canchas de al lado, pero se quedaba ahí, debajo del árbol, siguiéndolos a ellos.
Era el único hincha legítimo que tenían, al margen de algunos pibes chiquitos; el hijo de Norberto, los dos de Gaona, el sobrino del Mosca, que desembarcaban en el predio con las mayores y corrían a meterse entre los cañaverales apenas bajaban de los autos.
—Ojo con la vía -alertaba siempre Jorge mientras se cambiaban.
—No pasan trenes, casi -tranquilizaba Norberto. Y era verdad, o pasaba uno cada muerte de obispo, lentamente y metiendo ruido.
—¿No vino la hinchada?-ya preguntaban todos al llegar nomás, buscando al viejo-. ¿No vino la barra brava?
Y se reían. Pero el viejo no faltaba desde hacía varios sábados, firme debajo del árbol, casi elegante, con un cierto refinamiento en su postura erguida, la mano derecha en alto sosteniendo la radio minúscula, como quien sostiene un ramo de flores. Nadie lo conocía, no era amigo de ninguno de los muchachos.
—La vieja no lo debe soportar en la casa y lo manda para acá -bromeó alguno.
—Por ahí es amigo del referí —dijo otro. Pero sabían que el viejo hinchaba para ellos de alguna manera, moderadamente, porque lo habían visto aplaudir un par de partidos atrás, cuando le ganaron a Olimpia Seniors.
Y ahí, debajo del árbol, fue a tirarse el Soda cuando decidió dejarle su lugar a Eduardo, que estaba de suplente, al sentir que no daba más por el calor. Era verano y ese horario para jugar era una locura. Casi las tres de la tarde y el viejo ahí, fiel, a unos metros, mirando el partido. Cuando Eduardo entró a la cancha —casi a desgano, aprovechando para desperezarse— cuando levantó el brazo pidiéndole permiso al referí, el Soda se derrumbó a la sombra del arbolito y quedó bastante cerca, como nunca lo había estado: el viejo no había cruzado jamás una palabra con nadie del equipo.
El Soda pudo apreciar entonces que tendría unos setenta años, era flaquito, bastante alto, pulcro y con sombra de barba. Escuchaba la radio con un auricular y en la otra mano sostenía un cigarrillo con plácida distinción.
—¿Está escuchando a Central Córdoba, maestro? —medio le gritó el Soda cuando recuperó el aliento, pero siempre recostado en el piso. El viejo giró para mirarlo. Negó con la cabeza y se quitó el auricular de la oreja.
—No -sonrió. Y pareció que la cosa quedaba ahí. El viejo volvió a mirar el partido, que estaba áspero y empatado-. Música -dijo después, mirándolo de nuevo.
-¿Algún tanguito? —probó el Soda.
—Un concierto. Hay un buen programa de música clásica a esta hora.
El Soda frunció el entrecejo. Ya tenía una buena anécdota para contarles a los muchachos y la cosa venía lo suficientemente interesante como para continuarla. Se levantó resoplando, se bajó las medias y caminó despacio hasta pararse al lado del viejo.
—Pero le gusta el fútbol —le dijo—. Por lo que veo.
El viejo aprobó enérgicamente con la cabeza, sin dejar de mirar el curso de la pelota, que iba y venía por el aire, rabiosa.
—Lo he jugado. Y, además, está muy emparentado con el arte —dictaminó después—. Muy emparentado.
El Soda lo miró, curioso. Sabía que seguiría hablando, y esperó.
—Mire usted nuestro arquero —efectivamente el viejo señaló a De León, que estudiaba el partido desde su arco, las manos en la cintura, todo un costado de la camiseta cubierto de tierra—. La continuidad de la nariz con la frente. La expansión pectoral. La curvatura de los muslos. La tensión en los dorsales —se quedó un momento en silencio, como para que el Soda apreciara aquello que él le mostraba—. Bueno… Eso, eso es la escultura…
El Soda adelantó la mandíbula y osciló levemente la cabeza, aprobando dubitativo.
—Vea usted —el viejo señaló ahora hacia el arco contrario, al que estaba por llegar un córner— el relumbrón intenso de las camisetas nuestras, amarillo cadmio y una veladura naranja por el sudor. El contraste con el azul de Prusia de las camisetas rivales, el casi violeta cardenalicio que asume también ese azul por la transpiración, los vivos blancos como trazos alocados. Las manchas ágiles ocres, pardas y sepias y Siena de los mulos, vivaces, dignas de un Bacon. Entrecierre los ojos y aprécielo así… Bueno… Eso, eso es la pintura.
Aún estaba el Soda con los ojos entrecerrados cuando al viejo arreció.
—Observe, observe usted esa carrera intensa entre el delantero de ellos y el cuatro nuestro. El salto al unísono, el giro en el aire, la voltereta elástica, el braceo amplio en busca del equilibrio… Bueno… Eso, eso es la danza…
El Soda procuraba estimular sus sentidos, pero sólo veía que los rivales se venían con todo, porfiados, y que la pelota no se alejaba del área defendida por De León.
—Y escuche usted, escuche usted… —lo acicateó el viejo, curvando con una mano el pabellón de la misma oreja donde había tenido el auricular de la radio y entusiasmado tal vez al encontrar, por fin, un interlocutor válido—… la percusión grave de la pelota cuando bota contra el piso, el chasquido de la suela de los botines sobre el césped, el fuelle quedo de la respiración agitada, el coro desparejo de los gritos, las órdenes, los alertas, los insultos de los muchachos y el pitazo agudo del referí… Bueno… Eso, eso es la música…
El Soda aprobó con la cabeza. Los muchachos no iban a creerle cuando él les contara aquella charla insólita con el viejo, luego del partido, si es que les quedaba algo de ánimo, porque la derrota se cernía sobre ellos como un ave oscura e implacable.
—Y vea usted a ese delantero… —señaló ahora el viejo, casi metiéndose en la cancha, algo más alterado—… ese delantero de ellos que se revuelca por el suelo como si lo hubiese picado una tarántula, mesándose exageradamente los cabellos, distorsionando el rostro, bramando falsamente de dolor, reclamando histriónicamente justicia… Bueno… Eso, eso es el teatro.
El Soda se tomó la cabeza.
—¿Qué cobró? —balbuceó indignado.
—¿Cobró penal? —abrió los ojos el viejo, incrédulo. Dio un paso al frente, metiéndose apenas en la cancha—. ¿Qué cobrás? —gritó después, desaforado—. ¿Qué cobrás, referí y la reputísima madre que te parió?
El Soda lo miró atónito. Ante el grito del viejo parecía haberse olvidado repentinamente del penal injusto, de la derrota inminente y del mismo calor. El viejo estaba lívido mirando al área, pero enseguida se volvió hacia el Soda tratando de recomponerse, algo confuso, incómodo.
—…¿Y eso? —se atrevió a preguntarle el Soda, señalándolo.
—Y eso… —vaciló el viejo, tocándose levemente la gorra—… Eso es el fútbol.
Roberto Fontanarrosa
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Fútbol a sol y sombra
El jugador
Corre, jadeando, por la orilla. A un lado lo esperan los cielos de la gloria; al otro, los abismos de la ruina. El barrio lo envidia: el jugador profesional se ha salvado de la fábrica o de la oficina, le pagan por divertirse, se sacó la lotería. Y aunque tenga que sudar como una regadera, sin derecho a cansarse ni a equivocarse, él sale en los diarios y en la tele, las radios dicen su nombre, las mujeres suspiran por él y los niños quieren imitarlo. Pero él, que había empezado jugando por el placer de jugar, en las calles de tierra de los suburbios, ahora juega en los estadios por el deber de trabajar y tiene la obligación de ganar o ganar. Los empresarios lo compran, lo venden, los prestan; y él se deja llevar a cambio de la promesa de más fama y dinero. Cuanto más éxito tiene, y más dinero gana, más preso está. Sometido a disciplina militar, sufre cada día el castigo de los entrenamientos feroces y se somete a los bombardeos de analgésicos y las infiltraciones de cortisona que olvidan el dolor y mienten la salud. Y en las vísperas de los partidos importantes, lo encierran en un campo de concentración donde cumple trabajos forzados, come comidas bobas, se emborracha con agua y duerme solo. En los otros oficios humanos, el ocaso llega con la vejez, pero el jugador de fútbol puede ser viejo a los treinta años. Los músculos se cansan temprano:- Éste no hace un gol ni con la cancha en bajada.- ¿Éste? Ni aunque le aten las manos al arquero. O antes de los treinta, si un pelotazo lo desmaya de mala manera, o la mala suerte le revienta un músculo, o una patada le rompe un hueso de esos que no tienen arreglo. Y algún mal día el jugador descubre que se ha jugado la vida a una sola baraja y que el dinero se ha volado y la fama también. La fama, señora fugaz, no le ha dejado ni una cartita de consuelo.
El arquero
También lo llaman portero, guardameta, golero, cancerbero o guardavallas, pero bien podría ser llamado mártir, paganini, penitente o payaso de las bofetadas. Dicen que donde él pisa, nunca más crece el césped. Es uno solo. Está condenado a mirar el partido de lejos. Sin moverse de la meta aguarda a solas, entre los tres palos, su fusilamiento. Antes vestía de negro, como el árbitro. Ahora el árbitro ya no está disfrazado de cuervo y el arquero consuela su soledad con fantasías de colores. Él no hace goles. Está allí para impedir que se hagan. El gol, fiesta del fútbol: el goleador hace alegrías y el guardameta, el aguafiestas, las deshace. Lleva a la espalda el número uno. ¿Primero en cobrar? Primero en pagar. El portero siempre tiene la culpa. Y si no la tiene, paga lo mismo. Cuando un jugador cualquiera comete un penal, el castigado es él: allí lo dejan, abandonado ante su verdugo, en la inmensidad de la valla vacía. Y cuando el equipo tiene una mala tarde, es él quien paga el pato, bajo una lluvia de pelotazos, expiando los pecados ajenos. Los demás jugadores pueden equivocarse feo una vez o muchas veces, pero se redimen mediante una finta espectacular, un pase magistral, un disparo certero: él no. La multitud no perdona al arquero. ¿Salió en falso? ¿Hizo el sapo? ¿Se le resbaló la pelota? ¿Fueron de seda los dedos de acero? Con una sola pifia, el guardameta arruina un partido o pierde un campeonato, y entonces el público olvida súbitamente todas sus hazañas y lo condena a la desgracia eterna. Hasta el fin de sus días lo perseguirá la maldición.
El ídolo
Y un buen día la diosa del viento besa el pie del hombre, el maltratado, el despreciado pie, y de ese beso nace el ídolo del fútbol. Nace en una cuna de paja y choza de lata y viene al mundo abrazado a una pelota. Desde que aprende a caminar, sabe jugar. En sus años tempranos alegra los potreros, juega que te juega en los andurriales de los suburbios hasta que cae la noche y ya no se ve la pelota, y en sus años mozos vuela y hace volar en los estadios. Sus artes malabares convocan multitudes, domingo tras domingo, de victoria en victoria, de ovación en ovación. La pelota lo busca, lo reconoce, lo necesita. En el pecho de su pie, ella descansa y se hamaca. Él le saca lustre y la hace hablar, y en esa charla de dos conversan millones de mudos. Los nadies, los condenados a ser por siempre nadies, pueden sentirse álguienes por un rato, por obra y gracia de esos pases devueltos al toque, esas gambetas que dibujan zetas en el césped, esos golazos de taquito o de chilena: cuando juega él, el cuadro tiene doce jugadores.- ¿Doce? ¡Quince tiene! ¡Veinte! La pelota ríe, radiante, en el aire. Él baja, la duerme, la piropea, la baila, y viendo esas cosas jamás vistas sus adoradores sienten piedad por sus nietos aún no nacidos, que no las verán. Pero el ídolo es ídolo por un rato nomás, humana eternidad, cosa de nada; y cuando al pie de oro le llega la hora de la mala pata, la estrella ha concluido su viaje desde el fulgor hasta el apagón. Está ese cuerpo con más remiendos que traje de payaso, y ya el acróbata es un paralítico, el artista una bestia:-¡Con la herradura no! La fuente de la felicidad pública se convierte en el pararrayos del público rencor:- ¡Momia! A veces el ídolo no cae entero. Y a veces, cuando se rompe, la gente le devora los pedazos.
El Hincha
Una vez por semana, el hincha huye de su casa y asiste al estadio. Flamean las banderas, suenan las matracas, los cohetes, los tambores, llueven las serpientes y el papel picado; la ciudad desaparece, la rutina se olvida, sólo existe el templo. En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos exhibe a sus divinidades. Aunque el hincha puede contemplar el milagro, más cómodamente, en la pantalla de la tele, prefiere emprender la peregrinación hacia este lugar donde puede ver en carne y hueso a sus ángeles, batiéndose a duelo contra los demonios de turno. Aquí, el hincha agita el pañuelo, traga saliva, glup, traga veneno, se come la gorra, susurra plegarias y maldiciones y de pronto se rompe la garganta en una ovación y salta como pulga abrazando al desconocido que grita el gol a su lado. Mientras dura la misa pagana, el hincha es muchos. Con miles de devotos comparte la certeza de que somos los mejores, todos los árbitros están vendidos, todos los rivales son tramposos. Rara vez el hincha dice: «hoy juega mi club». Más bien dice: «Hoy jugamos nosotros». Bien sabe este jugador número doce que es él quien sopla los vientos de fervor que empujan la pelota cuando ella se duerme, como bien saben los otros once jugadores que jugar sin hinchada es como bailar sin música. Cuando el partido concluye, el hincha, que no se ha movido de la tribuna, celebra su victoria; qué goleada les hicimos, qué paliza les dimos, o llora su derrota; otra vez nos estafaron, juez ladrón. Y entonces el sol se va y el hincha se va. Caen las sombras sobre el estadio que se vacía. En las gradas de cemento arden, aquí y allá, algunas hogueras de fuego fugaz, mientras se van apagando las luces y las voces. El estadio se queda solo y también el hincha regresa a su soledad, yo que ha sido nosotros: el hincha se aleja, se dispersa, se pierde, y el domingo es melancólico como un miércoles de cenizas después de la muerte del carnaval.
El fanático
El fanático es el hincha en el manicomio. La manía de negar la evidencia ha terminado por echar a pique a la razón y a cuanta cosa se le parezca, y a la deriva navegan los restos del naufragio en estas aguas hirvientes, siempre alborotadas por la furia sin tregua. El fanático llega al estadio envuelto en la bandera del club, la cara pintada con los colores de la adorada camiseta, erizado de objetos estridentes y contundentes, y ya por el camino viene armando mucho ruido y mucho lío. Nunca viene solo. Metido en la barra brava, peligroso ciempiés, el humillado se hace humillante y da miedo el miedoso. La omnipotencia del domingo conjura la vida obediente del resto de la semana, la cama sin deseo, el empleo sin vocación o el ningún empleo: liberado por un día, el fanático tiene mucho que vengar. En estado de epilepsia mira el partido, pero no lo ve. Lo suyo es la tribuna. Ahí está su campo de batalla. La sola existencia del hincha del otro club constituye una provocación inadmisible. El Bien no es violento, pero el Mal lo obliga. El enemigo, siempre culpable, merece que le retuerzan el pescuezo. El fanático no puede distraerse, porque el enemigo acecha por todas partes. También está dentro del espectador callado, que en cualquier momento puede llegar a opinar que el rival está jugando correctamente, y entonces tendrá su merecido.
El gol
El gol es el orgasmo del fútbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna. Hace medio siglo, era raro que un partido terminara sin goles: 0 a 0, dos bocas abiertas, dos bostezos. Ahora, los once jugadores se pasan todo el partido colgados del travesaño, dedicados a evitar los goles y sin tiempo para hacerlos. El entusiasmo que se desata cada vez que la bala blanca sacude la red puede parecer misterio o locura, pero hay que tener en cuenta que el milagro se da poco. El gol, aunque sea un golecito, resulta siempre gooooooooooooooooooooooool en la garganta de los relatores de radio, un do de pecho capaz de dejar a Caruso mudo para siempre, y la multitud delira y el estadio se olvida de que es de cemento y se desprende de la tierra y se va al aire.
El director técnico
Antes existía el entrenador, y nadie le prestaba mayor atención. El entrenador murió, calladito la boca, cuando el juego dejó de ser juego y el fútbol profesional necesitó una tecnocracia del orden. Entonces nació el director técnico, con la misión de evitar la improvisación, controlar la libertad y elevar al máximo el rendimiento de los jugadores, obligados a convertirse en disciplinados atletas. El entrenador decía: Vamos a jugar. El técnico dice: Vamos a trabajar. Ahora se habla en números. El viaje desde la osadía hacia el miedo, historia del fútbol en el siglo veinte, es un tránsito desde el 2-3-5 hacia el 5-4-1. pasando por el 4-3-3 y el 4-4-2. Cualquier profano es capaz de traducir eso, con un poco de ayuda, pero después, no hay quien pueda. A partir de allí, el director técnico desarrolla fórmulas misteriosas como la sagrada concepción de Jesús, y con ellas elabora esquemas tácticos más indescifrables que la Santísima Trinidad. Del viejo pizarrón a las pantallas electrónicas; ahora las jugadas magistrales se dibujan en una computadora y se enseñan en video. Esas perfecciones rara vez se ven, después, en los partidos que la televisión transmite. Más bien la televisión se complace exhibiendo la crispación en el rostro del técnico, y lo muestra mordiéndose los puños o gritando orientaciones que darían vuelta al partido si alguien pudiera entenderlas. Los periodistas lo acribillan en la conferencia de prensa, cuando el encuentro termina. El técnico jamás cuenta el secreto de sus victorias, aunque formula admirables explicaciones de sus derrotas: Las instrucciones eran claras, pero no fueron escuchadas, dice, cuando el equipo pierde por goleada ante un cuadrito de morondanga. O ratifica la confianza en sí mismo, hablando en tercera persona más o menos así: «Los reveses sufridos no empañan la conquista de una claridad conceptual que el técnico ha caracterizado como una síntesis de muchos sacrificios necesarios para llegar a la eficacia». La maquinaria del espectáculo tritura todo, todo dura poco, y el director técnico es tan desechable como cualquier otro producto de la sociedad de consumo. Hoy el público le grita:¡No te mueras nunca! Y el Domingo que viene lo invita a morirse. El cree que el fútbol es una ciencia y la cancha un laboratorio, pero los dirigentes y la hinchada no sólo le exigen la genialidad de Einstein y la sutileza de Freud, sino también la capacidad milagrera de la Virgen de Lourdes y el aguante de Gandhi.
El lenguaje de los doctores del Fútbol
Vamos a sintetizar nuestro punto de vista, formulando una primera aproximación a la problemática táctica, técnica y física del cotejo que se ha disputado esta tarde en el campo del Unidos Venceremos Fútbol Club, sin caer en simplificaciones incompatibles con un tema que sin duda nos está exigiendo análisis más profundo y detallado y sin incurrir en ambigüedades que han sido, son y serán ajenas a nuestra prédica de toda una vida al servicio de la afición deportiva. Nos resultaría cómodo eludir nuestra responsabilidad atribuyendo el revés del once locatario a la discreta performance de sus jugadores, pero la excesiva lentitud que indudablemente mostraron en la jornada de hoy a la hora de devolucionar cada esférico recepcionado no justifica de ninguna manera, entiéndase bien, señoras y señores, de ninguna manera, semejante descalificación generalizada y por lo tanto injusta. No, no y no. El conformismo no es nuestro estilo, como bien saben quienes nos han seguido a lo largo de nuestra trayectoria de tantos años, aquí en nuestro querido país y en los escenarios del deporte internacional e incluso mundial, donde hemos sido convocados a cumplir nuestra modesta función. Así que vamos a decirlo con todas las letras, como es nuestra costumbre: el éxito no ha coronado la potencialidad orgánica del esquema de juego de este esforzado equipo porque lisa y llanamente sigue siendo incapaz de canalizar adecuadamente sus expectativas de una mayor proyección ofensiva hacia el ámbito de la valla rival. Ya lo decíamos el Domingo próximo pasado y así lo afirmamos hoy, con la frente alta y sin pelos en la lengua, porque siempre hemos llamado al pan pan y al vino vino y continuaremos denunciando la verdad, aunque a muchos les duela, caiga quien caiga y cueste lo que cueste.
Obdulio
Yo era chiquilín y futbolero, y como todos los uruguayos estaba prendido a la radio, escuchando la final de la Copa del Mundo. Cuando la voz de Carlos Solé me transmitió la triste noticia del gol brasileño, se me cayó el alma al piso. Entonces recurrí al más poderoso de mis amigos. Prometí a Dios una cantidad de sacrificios a cambió de que Él se apareciera en Maracaná y diera vuelta el partido. Nunca conseguí recordar las muchas cosas que había prometido, y por eso nunca pude cumplirlas. Además, la victoria de Uruguay ante la mayor multitud jamás reunida en un partido de fútbol había sido sin duda un milagro, pero el milagro había sido más bien obra de un mortal de carne y hueso llamado Obdulio Varela. Obdulio había enfriado el partido, cuando se nos venía encima la avalancha, y después se había echado el cuadro entero al hombro y a puro coraje había empujado contra viento y marea. Al fin de aquella jornada, los periodistas acosaron al héroe. Y él no se golpeó el pecho proclamando que somos los mejores y no hay quien pueda con la garra charrúa: -Fue casualidad- murmuró Obdulio, meneando la cabeza. Y cuando quisieron fotografiarlo, se puso de espaldas. Pasó esa noche bebiendo cerveza, de bar en bar, abrazado a los vencidos, en los mostradores de Río de Janeiro. Los brasileños lloraban. Nadie lo reconoció. Al día siguiente, huyó del gentío que lo esperaba en el aeropuerto de Montevideo, donde su nombre brillaba en un enorme letrero luminoso. En medio de la euforia, se escabulló disfrazado de Humphrey Bogart, con un sombrero metido hasta la nariz y un impermeable de solapas levantadas. En recompensa por la hazaña, los dirigentes del fútbol uruguayo se otorgaron a sí mismos medallas de oro. A los jugadores les dieron medallas de plata y algún dinero. El premio que recibió Obdulio le alcanzó para comprar un Ford del año 31, que fue robado a la semana.
EDUARDO GALEANO
l)
Aquí les dejamos la transcripción del relato del periodista uruguayo Carlos Solé el día que Uruguay le ganó a Brasil 2 a 1.
Relato primer gol de Uruguay
"...Quita Míguez para apoyar a Schiaffino; frente a él se defiende Bigode. La resta al centro de la cancha donde va a tomar Gambetta. Se corre Gambetta. Cruza la pelota en dirección a Julio Pérez. Julio Pérez arremete de frente a Danilo. Lleva la pelota Pérez. Le traba la pelota Danilo. Con todo la vuelve a tomar Pérez. Se repliega. Elude a Bauer. Apoya a Obdulio Varela. Varela al puntero Ghiggia. Avanza Ghiggia perseguido por Bigode. Lo anula Ghiggia a Bigode. Se corre al arco. Coloca el centro. Toma Schiaffino. Tira. Goool, goool uruguayo. Gol de Schiaffino. Schiaffino a los 21 minutos. Se le escapó Ghiggia al jugador Bigode. Colocó el centro y el jugador Juan Alberto Schiaffino la tomó de media vuelta. Colocó un violento remate alto dejando sin chances a Barboza a los 21 minutos. Schiaffino autor del tanto. Uruguay 1 Brasil 1..."
Relato segundo gol de Uruguay "El gol mas importante de la historia"
"...La para Míguez y apoya Julio Pérez. Se va delante Julio Pérez con la pelota esperando que se cruce Ghiggia. Julio Pérez sigue atacando. Pérez a Ghiggia. Ghiggia a Pérez. Pérez avanza, le cruza la pelota a Ghiggia. Ghiggia se le escapa a Bigode. Avanza el veloz puntero derecho uruguayo. Va a tirar. Tira. Goool, goool, goooool, goooooool uruguayo. Ghiggia tiró violentamente y la pelota escapó al contralor de Barboza. A los 34 minutos, anotando el segundo tanto para el equipo uruguayo. Ya decíamos que el gran puntero derecho del conjunto oriental estaba resultando la mejor figura de los uruguayos. Se escapó de la defensa brasileña. Tiró en acción violenta. La pelota rasante al poste escapó al contralor de Barboza y anotó a los 34 minutos Ghiggia el segundo tanto para Uruguay. Uruguay 2 Brasil 1. Autor del tanto Ghiggia a los 34 minutos..."
"...Quita Míguez para apoyar a Schiaffino; frente a él se defiende Bigode. La resta al centro de la cancha donde va a tomar Gambetta. Se corre Gambetta. Cruza la pelota en dirección a Julio Pérez. Julio Pérez arremete de frente a Danilo. Lleva la pelota Pérez. Le traba la pelota Danilo. Con todo la vuelve a tomar Pérez. Se repliega. Elude a Bauer. Apoya a Obdulio Varela. Varela al puntero Ghiggia. Avanza Ghiggia perseguido por Bigode. Lo anula Ghiggia a Bigode. Se corre al arco. Coloca el centro. Toma Schiaffino. Tira. Goool, goool uruguayo. Gol de Schiaffino. Schiaffino a los 21 minutos. Se le escapó Ghiggia al jugador Bigode. Colocó el centro y el jugador Juan Alberto Schiaffino la tomó de media vuelta. Colocó un violento remate alto dejando sin chances a Barboza a los 21 minutos. Schiaffino autor del tanto. Uruguay 1 Brasil 1..."
Relato segundo gol de Uruguay "El gol mas importante de la historia"
"...La para Míguez y apoya Julio Pérez. Se va delante Julio Pérez con la pelota esperando que se cruce Ghiggia. Julio Pérez sigue atacando. Pérez a Ghiggia. Ghiggia a Pérez. Pérez avanza, le cruza la pelota a Ghiggia. Ghiggia se le escapa a Bigode. Avanza el veloz puntero derecho uruguayo. Va a tirar. Tira. Goool, goool, goooool, goooooool uruguayo. Ghiggia tiró violentamente y la pelota escapó al contralor de Barboza. A los 34 minutos, anotando el segundo tanto para el equipo uruguayo. Ya decíamos que el gran puntero derecho del conjunto oriental estaba resultando la mejor figura de los uruguayos. Se escapó de la defensa brasileña. Tiró en acción violenta. La pelota rasante al poste escapó al contralor de Barboza y anotó a los 34 minutos Ghiggia el segundo tanto para Uruguay. Uruguay 2 Brasil 1. Autor del tanto Ghiggia a los 34 minutos..."
Ahora escúchalo:
(Fuente: http://www.taringa.net/post/deportes/15679026/Relatos-del-Maracanazo.html)
La intrusa
Ella tuvo la culpa, señor Juez. Hasta entonces, hasta el día que llegó, nadie se quejó de mi conducta. Puedo decirlo con la frente bien alta. Yo era el primero en llegar a la oficina y el último en irme. Mi escritorio era el más limpio de todos. Jamás me olvidé de cubrir la máquina de calcular, por ejemplo, o de planchar con mis propias manos el papel carbónico.
El año pasado, sin ir muy lejos, recibí una medalla del mismo gerente. En cuanto a ésa, me pareció sospechosa desde el primer momento. Vino con tantas ínfulas a la oficina. Además ¡qué exageración! recibirla con un discurso, como si fuera una princesa. Yo seguí trabajando como si nada pasara. Los otros se deshacían en elogios. Alguno deslumbrado, se atrevía a rozarla con la mano. ¿Cree usted que yo me inmuté por eso, Señor Juez? No. Tengo mis principios y no los voy a cambiar de un día para el otro. Pero hay cosas que colman la medida. La intrusa, poco a poco, me fue invadiendo. Comencé a perder el apetito. Mi mujer me compró un tónico, pero sin resultado. ¡Si hasta se me caía el pelo, señor, y soñaba con ella! Todo lo soporté, todo. Menos lo de ayer. "González" - me dijo el Gerente "lamento decirle que la empresa ha decidido prescindir de sus servicios". Veinte años, Señor Juez, veinte años tirados a la basura. Supe que ella fue con la alcahuetería. Y yo, que nunca dije una mala palabra, la insulté. Sí, confieso que la insulté, señor Juez, y que le pegué con todas mis fuerzas. Fui yo quien le dio con el fierro. Le gritaba y estaba como loco. Ella tuvo la culpa. Arruinó mi carrera , la vida de un hombre honrado, señor. Me perdí por una extranjera, por una miserable computadora, por un pedazo de lata, como quien dice.
ORGAMBIDE Pedro,
"LA BUENA GENTE" Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1970.
Pedro Orgambide Buenos Aires, 9 de agosto de 1929 - 19 de enero de 2003.